¿Blanco, relleno, amargo, de leche? ¿Cuál es tu favorito? Año a año en Semana Santa se acostumbra a regalar huevitos el Domingo Santo, pero, ¿De dónde viene la tradición?
La tradición del conejo de Pascua como tal, proviene de los países anglosajones, en los que el conejo se consideraba como un símbolo de fertilidad, esperanza y renacimiento. Ante esto, se le relacionó con la diosa germana Ostara, también conocida como Eostre. En las culturas antiguas como la persa y la egipcia, los relacionaban con el inicio de la primavera.
En la Edad Media, de hecho, la Iglesia católica prohibió el consumo de huevos durante la Cuaresma (tiempo del año litúrgico cristiano destinado a la preparación espiritual de la fiesta de la Pascua). No obstante, como las gallinas seguían poniendo huevos en demasía, las diversas culturas empezaron a decorar los que no se comían con el fin de regalarlos. Estas decoraciones se hacían con colores bastante llamativos y alegres.
Sin perjuicio de lo anterior, fue a principios del siglo XIX que en Alemania, Italia y Francia comenzaron a surgir los primeros huevos fabricados con chocolate con pequeños regalos adentro. Con el tiempo, los cristianos comenzaron a relacionar la entrega de huevitos de chocolate decorados con uno de los días de mayor júbilo: la Resurrección de Jesús, por ende se comenzaron a regalar, especialmente a los niños, el día Domingo Santo.
En la actualidad, todavía en algunos países de Europa, como Italia, es usual que el Domingo de Ramos muchas familias lleven huevitos a la iglesia para bendecirlos y consumirlos en el Domingo de Resurrección.
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